sábado, 19 de marzo de 2011

CUARESMA: SUBIENDO HACIA LA CIMA

Hoy Jesús, además de a Pedro, Santiago y Juan, nos llama a cada uno de nosotros a subir con Él a la montaña alta. Se trata –la Iglesia así lo ha visto- de una metáfora del camino cuaresmal que estamos recorriendo. Una especie de peregrinación hacia lo alto, en la que ponemos lo mejor de nosotros mismos y tratamos de soltar lastre, de quitar peso. Es una versión del “sal de tu tierra” que dirigió Dios a Abrahán, y que hoy escucharemos en la primera lectura. Para el patriarca este éxodo, este dejar su hogar, implicó enormes renuncias y una promesa que valía la pena: por ti serán benditas todas las familias del mundo. Los que reconocemos en Abrahán nuestro padre en la fe damos gracias por su osadía al aceptar la invitación de Dios.



Y los que ahora estamos en camino, en esta ascensión cuaresmal, entendemos bien las palabras que san Pablo dirige a Timoteo en la segunda lectura: “Toma parte en los duros trabajos del Evangelio”. Con todo, somos conscientes de que la obra se realiza no por nuestros méritos, sino según la fuerza de Dios.


Sólo queda una cosa por aclarar: ¿qué nos espera en la cima? La transfiguración. Se trata de ese rayo poderoso, que en medio de los nubarrones –a veces en forma de Tsunami, otras en forma de revolución o persecución- nos trae la luz a nuestras vidas, nos señala el camino a recorrer y nos dice que la meta es hermosa, y que está al alcance de nuestras posibilidades. Se trata del Hijo, del amado, del predilecto. Él es la cima. No extraña que Pedro exclamara “¡qué bien se está aquí!”

A la cumbre se llega escalando, como a la Pascua. Hacia ella seguimos mirando.

Feliz domingo

sábado, 5 de marzo de 2011

SIN MÁSCARAS

En estos días en que muchos celebran el Carnaval, Cristo nos invita en el Evangelio de hoy a vivir sin máscaras, a ser uno y el mismo en el decir y en el obrar.
En estos días en los que desde altas instancias se nos vuelve a decir que la religión hay que vivirla de puertas adentro (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=14183), Moisés -en el libro del Deuteronomio- nos exhorta a grabar las palabras de Dios en el corazón, y a mostrarlas públicamente, atándolas en las muñecas –signo del trabajo- y poniéndolas de señal en la frente, para que todo el mundo las pueda ver. Habrá que decidir a quién obedecemos.
Y en estos tiempos en que cada vez más las leyes determinan lo que podemos hacer, y a la velocidad a la que debemos hacerlo, san Pablo en la carta a los Romanos nos recuerda que el hombre se justifica por la fe en Cristo, no por la ley.



Y el que vive en unidad, en coherencia entre lo que habla y lo que obra, escuchando a Dios y poniendo en práctica sus mandatos, edifica su casa –su vida- sobre roca, la roca que es Cristo. Él es la bendición de la que nos habla la primera lectura.
La maldición consiste –precisamente- en construir la existencia al margen de Dios, como si Él no existiera. Incluso las buenas obras –profetizar y expulsar demonios- si no se hacen en unión con Cristo, nos dejan vacíos, nos saben a poco.



Al Cielo se va, y se comienza ya a vivir, cumpliendo la amorosa voluntad que Dios tiene para cada uno de nosotros. Arraigados y edificados en Él, ni las lluvias secularistas, ni los ríos revolucionarios, ni los vientos de doctrina, podrán tumbar la casa, que está firme en la roca, que es Cristo.
Feliz domingo