martes, 11 de agosto de 2015

DE ÁVILA, TERESA, LA IGLESIA Y EL SEÑOR



De todo esto quiero hablar en estas líneas. Porque todo ello ha acontecido el pasado fin de semana en el Encuentro Europeo de Jóvenes. Ha sucedido en Ávila, en torno a santa Teresa, en el seno de su Iglesia, con el cuidado de Dios. 



El grupo aventurero formado por catorce miembros partió de Ciempozuelos el viernes 7 a media tarde. El destino era Narrillos de San Leonardo, apenas a 4 kilómetros de las murallas abulenses. Allí nos esperaban Adolfo y Caty, los primeros rostros de la Iglesia madre que acoge a sus hijos. Recibir a catorce en casa es mucho recibir. Pero quien tiene el corazón grande lo tiene más fácil; parece que sale solo. 






Una vez instalados -chicas en la buhardilla, chicos en la huerta- nos dirigimos a la ciudad. Allí nos aguardaban varios miles de jóvenes venidos de toda España que se disponían a… pasarlo en grande. Música disco y de pachanga sorprendió a más de uno, que creía que ser cristiano y divertirse de verdad eran incompatibles. Y nada de eso. Fiestón con mucha alegría y nada de sustancias añadidas. El humorista Santi Rodríguez nos dejó la sonrisa en los labios; El P. Damián combinó pop actual y cantos espirituales; Merche hizo las delicias de los asistentes… Y la cosa seguía, pero nos retiramos. El sábado prometía, y había que descansar. La noche -más fresquita para ellos que para ellas- pasó rápido. La mañana nos aguardaba.







El sábado 8 nos tenía reservados muchos regalos. Después de un aseo de campaña y un desayuno ligero regresamos a las murallas. La Iglesia de Santiago nos abrió sus puertas, y en ella D. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba, se dirigió a los jóvenes que llenaban la Iglesia con claridad y hondura. Nuestros muchachos no están acostumbrados a escuchar a doctores en teología, pero a d. Demetrio le entendieron. La catequesis por grupos que siguió a las palabras del Obispo así lo demostró, pues los chicos fueron sacando todos los temas tratados: La oración según santa Teresa en sus varias modalidades; la importancia de elegir bien los amigos; el valor del cuerpo y la sexualidad; La vocación y la misión de María en la historia, y la de la mujer, y la de cada uno…








La Misa puso el colofón a la mañana, pues pudimos comulgar a Aquel de quien Sta Teresa y d. Demetrio nos habían hablado tan hermosamente. Y de la Misa a la mesa… o en este caso, al césped. En uno de los jardines de Ávila encontramos el lugar perfecto para comer nuestros bocadillos, mientras dos de nuestros jóvenes -mitad por la emoción, mitad por el pavo- paraban a cuantos se cruzaban para espetarles un simpático “Sonríe, Dios te ama”. Yo les reté a que lo hagan en Ciempozuelos, con sus amigos… Ya veremos si se atreven.




La tarde -después de un café y un juego de mesa- nos regaló un bellísimo taller de oración de la mano de las Agustinas de la conversión. La dulzura de sus voces, y sus rostros, y sus gestos. La convicción de sus miradas. Sus hermosos cantos, la verdad de sus palabras, de sus vidas… Cada parte y el todo. Fueron 90 minutos de estar con el Señor, de aprender a estar con Él, de buscarle, de alabarle, de gozarle… Para unos cuantos, también de llorarle.







El convento de San José -primera fundación de la reforma teresiana- nos esperaba. Una de las jóvenes de nuestro grupo nos dio una somera explicación del edificio, su historia y su importancia. Un gentil voluntario y una sencilla representación teatral complementaron el marco, para ser conscientes de la relevancia de aquel primer palomarcico. Y que todo empezara con cuatro monjas no deja de ser llamativo. Dios hace las cosas a lo grande, pero le gusta hacerlo a partir de lo pequeño. Es su estilo.



La Casa de la Santa y la Feria de las vocaciones completaron el itinerario intramuros. En este último lugar los jóvenes pudieron gustar someramente la formidable creatividad del Espíritu Santo, que regala carismas a su Iglesia para embellecerla y capacitarla a fin de que sirva el mundo… Este mundo difícil al que Dios ama. La tarde concluyó en el magno monasterio de la Encarnación, con sus 500 años de historia a la espalda, algunos de ellos bajo la guía de santa Teresa. 




Y llegó la cena -sencilla pero no menos necesaria- y después la vigilia de oración. Ésta se compuso a partir de palabras de santa Teresa, con la imagen de la santa realizada por Gregorio Fernández de fondo, y un crucifijo “muy llagado” que la acompañaba; Después, el fuego de las velas, o la luz de los móviles en su defecto; el Evangelio, el silencio y los cantos, las acertadas palabras de Mons Novell y el santísimo Sacramento al final; éstos fueron los elementos. Y los jóvenes permanecieron dos horas en oración en el mismo lugar donde la noche anterior saltaban y gritaban. Así, creo yo, debe ser la cosa: jóvenes para divertirse a tope, jóvenes para estar con Dios más a tope. La vigilia terminó más allá de medianoche, y el sueño nos esperaba.



Con la Eucaristía dominical pusimos la guinda al Encuentro. La invitación a estar unidos al Señor, a alimentarse del “Pan de Vida”, a celebrar con la Iglesia, a salir al encuentro de los hermanos…  Es decir, la invitación a imitar a santa Teresa en su amistad con Cristo fue la conclusión más lógica, la que ahora toca renovar cada día. 



Esta es mi crónica somera del Encuentro Europeo de Jóvenes. Apenas he mencionado la multitud de pequeños encuentros que jalonaron el fin de semana, y que hicieron verdadero el nombre del evento. Tampoco me he detenido a relatar las experiencias interiores de los peregrinos de Ciempozuelos… Creedme si os digo que han sido más hermosas aún que las que apenas he descrito. Las mejores cosas quedan entre el alma y Dios. Y a veces uno tiene el privilegio de ser testigo de ello… e instrumento. Gloria a Dios. 






Todo esto -y mucho más- sucedió en Ávila, en torno a santa Teresa, en el seno de su Iglesia, bajo la mirada del Señor. En este escenario sólo pueden acaecer experiencias así, y las más bellas que se quedan por contar. Quizá en el próximo Encuentro…